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Niñas jugando, no criando

Niñas jugando, no criando

El embarazo infantil y adolescente es una realidad poco visibilizada y atendida, pero que ha estado presente desde siempre en nuestra sociedad.

17 de mayo de 2024

POR Cynthia Morado

Cuando hablamos de maternidades, pocas veces viene a nuestra mente la imagen de una niña o una adolescente. Y es que resulta difícil pensar en una niña criando a otr@ niñ@ en vez de pasar su tiempo jugando, imaginando, aprendiendo y disfrutando de actividades acordes a su ciclo vital. Desafortunadamente, el embarazo infantil y adolescente es una realidad poco visibilizada y atendida, pero que ha estado presente desde siempre en nuestra sociedad. Sólo es cuestión de voltear a ver las historias de nuestras abuelas para darnos cuenta que muchas de ellas vivieron esa situación: casarse y ser madres antes de los 18 años.

De acuerdo con datos de la UNAM, nuestro país ocupa el primer lugar a nivel mundial en embarazos en adolescentes entre las naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), considerando que ocurren alrededor de 360 mil embarazos de niñas y adolescentes al año a nivel nacional, esto es, casi mil embarazos diarios. Por otra parte, cifras del Inegi señalan que en 2020, 237,175 mujeres de entre 12 y 17 años se encontraban casadas.

No es de extrañar que las niñas y adolescentes en situación vulnerabilidad provenientes de entornos sociales precarios, con falta de acceso a educación y a salud de calidad, y con altos índices de violencia son las más afectadas, lo que perpetúa el ciclo de desigualdades. Además de los problemas de salud que conlleva un embarazo infantil para las madres y sus hij@s, se ven limitadas sus oportunidades de desarrollo y movilidad social. El embarazo a temprana edad suele estar vinculado con la deserción escolar y con la falta de oportunidades para acceder a un empleo digno, así como con la pérdida de vivencias propias de la infancia y la adolescencia.

Ante tal panorama, hablar de embarazo en personas menores de 18 años es hablar de abuso sexual infantil y de vulneración de los derechos de las infancias. De que nuestras políticas públicas no están siendo efectivas para prevenir tal problemática y que como sociedad estamos fallando en garantizar los derechos de las niñas, niños y adolescentes.

No obstante, un ejemplo esperanzador es lo que ocurrió el pasado mes de abril, cuando una jueza federal amparó a una adolescente de 14 años víctima de violación en Morelos para no ser obligada a ejercer la maternidad. La sentencia establece que una maternidad es forzada cuando no fue buscada o deseada, particularmente cuando esto sucede a niñas y adolescentes. También señala que obligar a una adolescente a continuar un embarazo que es producto de una violación se califica como tortura en el derecho internacional, marcando así un precedente en el abordaje de estos casos.

Mientras se celebran acciones como las de la jueza, aún queda mucho por hacer para erradicar esta problemática social, para honrar la historia de nuestras abuelas y para brindarle un futuro diferente a nuestras hijas, hermanas, sobrinas. Podríamos empezar por no ser indiferentes al tema y dejar de romantizar la maternidad cuando es el resultado de la violencia y la desigualdad social.

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