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Sororidad(es): más que un pacto entre mujeres

Sororidad(es): más que un pacto entre mujeres

La palabra sororidad ha sido utilizada y adoptada por la lucha feminista como un término esencial para explicar el pacto entre mujeres que el feminismo promueve. No obstante, tanto la palabra como su significado han tenido que evolucionar.

5 de abril de 2024

POR Aranza Hernández González

La palabra sororidad ha sido utilizada y adoptada por la lucha feminista como un término esencial para explicar el pacto entre mujeres que el feminismo promueve. No obstante, tanto la palabra como su significado han tenido que evolucionar. La sororidad no es un pacto social como el patriarcado, es un pacto político que necesita reconocer y adaptarse a las vivencias y necesidades de cada mujer. Es por esto que ya no podemos hablar de una sororidad universal, sino de sororidades.

El término sororidad hizo su primera aparición durante la segunda ola del feminismo, la cual se caracterizó por politizar lo privado como el trabajo, el hogar y la sexualidad. Sin embargo, esta palabra sólo había sido utilizada para definir a la igualdad y solidaridad entre mujeres dentro de contextos occidentales como sisterhood o sororité. Por lo tanto, al utilizar este término para definir una relación de igualdad entre pares, carecía completamente de una perspectiva interseccional que reconociera las diferencias y desigualdades basadas en origen, raza, orientación sexual, clase, religión, etc. Es por esto que la sororidad como término homologador, en un principio sólo reconocía las necesidades de las mujeres blancas de clase media. 

Por otro lado, la tercera ola del feminismo se ha caracterizado por incorporar la interseccionalidad como un elemento clave para reconocer las luchas de todas las mujeres. A partir de esta idea, Marcela Lagarde acuñó y adaptó el término al español, con el fin de poder promover este pacto político de género entre las mujeres latinoamericanas. La hispanización de este concepto fue el primer paso para poder hablar de la sororidad desde una perspectiva interseccional, pues la define como una “amistad entre mujeres diferentes y pares” (Lagarde, 1989)

Si bien es cierto que el concepto de sororidad se ha ampliado cada vez más para visibilizar y fomentar la solidaridad entre mujeres de diferentes contextos, aún existen discursos alrededor de ésta que excluyen las vivencias de otras mujeres. Tan sólo hace unos días, la misma Lagarde realizó una serie de comentarios transfobicos, excluyendo de esta manera a las mujeres trans de la idea de sororidad. Entonces, en un movimiento que puede llegar a violentar y rechazar a un sector de la población que pretende defender, ¿aún podemos hablar de una sóla sororidad?, ¿es justo pedirle sororidad a las mujeres que han sido maltratadas e invisibilizadas por otras mujeres dentro del movimiento?

La realidad es que el feminismo no siempre ha sido sororo con todas las mujeres, por lo tanto, no podemos hablar de un sólo feminismo, sino de feminismos. Al hacer esto, reconocemos las distintas luchas de las mujeres que experimentan diferentes niveles de opresión y desigualdad. Por consiguiente, tampoco podemos hablar de una sóla sororidad, pues éstas son un sentir tanto colectivo como personal, y por lo tanto, político. El término sororidades contempla una pluralidad de perspectivas y experiencias, lo cual promueve una visión interseccional sobre esta dimensión política, ética y práctica de los feminismos. 

Si bien todas las mujeres no somos iguales, las sororidades siempre deben estar acompañadas de compasión y  sensibilidad. Esto incluye el reconocer que no todas las mujeres sufrimos las mismas violencias, y por eso debemos respetar la manera en que cada una decide vivir su feminismo y con quiénes. Las sororidades se viven de maneras diferentes dentro de diferentes contextos, pero la sororidad como pacto político de género ante un sistema patriarcal existe y persiste en cada una de nosotras. 

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