Las violencias más peligrosas son aquellas que no vemos y normalizamos, y si queremos empezar a cambiar el mundo, tenemos que empezar por cómo nos expresamos y nos hablamos.
12 de agosto de 2024
POR Nicole Bratt
Tal cual, tengo la ligera sospecha de que el lenguaje odia a las mujeres. Las frases cotidianas con las que hablamos me han hecho pensar que todo el tiempo tengo algo que estoy haciendo mal, o que estoy siendo mal.
Sueno chueca, lo sé… Vámonos a un ejemplo para ver si puedo ser un poco más clara.Imagínate que tienes una cena con tus amigas y vienes del gimnasio. Estás vestida con ropa de ejercicio, con el cabello sudado y con la cara roja como chamoy por haber hecho esfuerzo físico. Te llama otra de las chicas con las que irás a la cena para preguntarte cómo vas. ¿Tú qué le respondes?
Lo más probable es que lo primero que hagas es contarle que vas saliendo del gimnasio. Luego le dirás que sólo tienes que arreglarte y sales para allá. O al menos eso es lo que mi cabeza en automático me dice que respondería.
Pero, ¿arreglarte? ¿Arreglarme? ¿Arreglar qué?
El decir que tenemos que arreglarnos (que perdón si ya te suena rara la palabra) implica que de alguna manera hay algo descompuesto. Y por más que cuando salgo del gimnasio jadeo como burro y me duelen los músculos por el esfuerzo, no diría que estoy descompuesta. ¿Qué significa estar descompuesta?
¿Descompuesta es igual a no estar maquillada? ¿Estar despeinada? ¿A no estar vestida para la ocasión? ¿A no traer aretes?
Díganme, ¿qué significa estar descompuesta? Porque ni una sola de las cualidades que mencioné anteriormente son asuntos que considero que me descomponen; sin embargo, esas son las cosas que tendría que arreglar para ir a cenar.
Y desde que me di cuenta de esto dejé de decir: me tengo que arreglar, simplemente me alisto.
Las cualidades que normalmente asociamos con arreglarnos son superficiales, no impiden nuestro funcionamiento cotidiano, ni inciden en nuestro valor como seres humanos. Y aún así son las cualidades en las que más nos fijamos como sociedad y que exigimos que cuiden las mujeres. Que no sé ustedes, pero personalmente me parecen irrelevantes.
Ante todo esto no puedo dejar de preguntarme ¿cómo espero que la actitud de la sociedad general cambie, si así nos expresamos de nosotras mismas? Si normalizamos el tener que arreglarnos para ir a comer unos tacos, salir a bailar, o simplemente existir, ¿cómo esperamos que el mundo no piense que estamos descompuestas?
La forma en la que hablamos importa, e importa mucho. De la misma manera en la que un animal en femenino es asociado con un insulto, y llamar a alguien indio también lo es. No porque sean un insulto realmente o implique algo negativo, sino porque estamos acostumbradxs a asociarlo con esas cualidades cuando en realidad no tienen absolutamente nada de malo.
Así que les invito a que igual que yo dejen de arreglarse y mejor se alisten.
Las violencias más peligrosas son aquellas que no vemos y normalizamos, y si queremos empezar a cambiar el mundo, tenemos que empezar por cómo nos expresamos y nos hablamos. Hagámoslo con cariño y amor.