El mito de Ifis y Yante es un recordatorio de que la diversidad ha existido desde tiempos antiguos y continuará existiendo.
1 de julio de 2024
POR Nicole Bratt
Desde los ocho años he estado profundamente enamorada de la mitología grecorromana, y como buena fanática y estudiosa, no puedo dejar pasar la oportunidad de contarles un mito que me hace sonreír de oreja a oreja. He aquí la historia de Ifis y Yante:
Un hombre pidió a su esposa, Teletusa, dos cosas cuando estaba a punto de dar a luz: que pariera con poco dolor y que pariera un hombre, pues no tenía el sustento para criar una niña. De que chica naciera, tendrían que matarla contrario a su piedad. Así, cuando nació la pequeña Ifis, Teletusa engañó a su esposo, y después de pagar sus votos fue llamada con un nombre que podía pertenecer a varón o mujer, protegiendo su sexo ante su padre y la comunidad entera.
Teletusa había recibido en sus sueños a la diosa Isis, quien le había aconsejado desobedecer a su marido y conservar al bebé cualquier sea su sexo. De ese modo, recién nacida fue llevada a criarse con la nodriza, la única cómplice del secreto. Aquella mentira piadosa fue olvidada, e Ifis fue criada como varón; vestida como hombre y con un rostro tan bello que podría ser perteneciente a un niño o niña.
Pasaron trece años cuando Ifis fue prometida en matrimonio a Yante, una jóven de igual belleza y edad. Ambas cayeron enamoradas, pero en tanto Yante esperaba con ansias la boda y pensaba que Ifis era hombre, Ifis sabía que no podría gozar de su matrimonio haciendo que la pasión por Yante incrementara con ardor. En llanto lamentaba haberse enamorado de otra mujer, pues la yegua no seguía a la yegua, ni la cierva a la cierva, ni la vaca a la vaca; un amor entre mujeres era imperdonable. A su vez, Yante rogaba por la llegada del matrimonio, más Teletusa asustada de las pasiones de su hija, aplazaba la boda con excusas de enfermedad, presagios y visiones hasta agotarlas.
Sólo un día faltó para la boda cuando Teletusa tomó a Ifis entre sus brazos y rogó a Isis por su ayuda. Salió entonces del templo, esperanzada por el auxilio de la diosa, cuando fue seguida por Ifis. Pero esta vez caminaba con pasos más fuertes y un cabello más corto, pues el que hace poco era niña, ahora niño es.
Así se celebró el casamiento del jóven Ifis y Yante, su amada.
Este mito es narrado por Ovidio Nasón (43 a.C.), uno de los poetas más influyentes de la literatura clásica, en su obra "Las Metamorfosis", una serie de relatos que exploran profundamente la experiencia humana. Entre estos relatos, se encuentra el de Ifis y Yante, que destaca por su poderosa representación de la identidad y el amor más allá de las barreras impuestas por la sociedad.
Este mito, a pesar de su antiguo contexto, resuena en la actualidad, pues aborda cuestiones de identidad de género y amor que siguen siendo relevantes. Me gusta interpretar la historia de Ifis como una temprana representación de la existencia de personas trans. Criado como varón, experimenta el mundo desde una perspectiva masculina, y su transformación final podría ser interpretada como una alineación de su identidad de género con su cuerpo físico, un proceso que muchas personas trans conocen y viven hoy en día.
Por otro lado, el amor entre Ifis y Yante es una muestra de que los sentimientos auténticos no conocen barreras de género o sexo. ¿Quiénes somos nosotros, como simples humanos, para poner freno a esta fuerza poderosa? ¿Para dictarle a alguien cómo amar o ser? Y sí, aunque el mito tiene un sesgo contra el amor sáfico, refleja las restricciones sociales de su tiempo más que una condena intrínseca de tal amor. El amor entre Ifis y Yante permanece constante, y su imposibilidad de vivirlo como mujeres resalta las limitaciones impuestas por su entorno. Aunque realmente no puedo evitar preguntarme si Ifis se identificó como mujer en algún momento, pues su crianza como varón podría haber influido en su autopercepción y en cómo se construyó como persona. O ¿quién sabe? Tal vez se hubiera percibido como hombre sin importar su crianza y el resultado hubiera sido el mismo; la experiencia trans definitivamente no es algo que podría atreverme a explicar o definir en unos simples renglones.
Al final del día, este mito es un recordatorio de que la diversidad ha existido desde tiempos antiguos y continuará existiendo. Su historia nos enseña que la identidad y el amor son complejos y multifacéticos, y que el reconocimiento y la aceptación de esta diversidad es fundamental para una sociedad más justa y equitativa. Pues queramos imponernos a ello o no, lo que prevalece es el amor, en todas sus formas, desafiando cualquier obstáculo que se le presente.