La mentira más grande que me he dicho es: “voy a bajar de peso para ser feliz”....
2 de abril de 2024
POR Jessica Santamaria
La mentira más grande que me he dicho es: “voy a bajar de peso para ser feliz”.
Nunca en mi vida le había dado la suficiente importancia al “ser”, a ser suficiente, a ser merecedora, a ser amada, a ser yo misma. Nunca me planteé la necesidad tan grande que existe dentro de mí de conectar conmigo misma, con mi feminidad, con mi sexualidad, con mi cuerpo y con mis emociones. Yo, como muchas niñas, fui educada y condicionada a servir y a complacer. Crecí en una familia y una sociedad tradicional/patriarcal con tintes liberales que me hicieron sentir durante muchos años confundida sobre quién soy. La búsqueda de pertenencia, de identidad, del ser, la guía, el acompañamiento y, sobre todo, los referentes fueron – y me atrevo a decirlo – nulos.
Los constructos sociales sobre el género femenino fueron un determinante para construir mi persona sobre las estructuras de estereotipos inalcanzables de belleza. Por lo que como ustedes comprenderán, no eran demasiado firmes. La muñeca Barbie, las Bratz, las Polly Pocket y las My Scene fueron los primeros referentes con roles de género a los que tuve acceso cuando era niña: mujeres hípersexualizadas, con proporciones físicas imposibles de alcanzar, con profesiones “de mujeres”, en su mayoría blancas, de ojos claros y altas. Desde entonces, y reforzado por las creencias de la sociedad en la que crecí, comencé a cuestionar el valor de mi cuerpo y de mi persona. Empecé a someterme a dietas extremas, ejercicio enfocado a la pérdida de grasa y a odiar cada día más quien realmente soy. Sé que esta es la historia de muchas mujeres, por lo que me parece importante hablar, señalar y criticar estos estereotipos y referentes que nos han impuesto, encerrándonos en una cárcel mental.
El patriarcado y las sociedades machistas se benefician de esta cultura de las dietas, de los remedios mágicos, las cirugías plásticas y cambios de estilos de vida. Estas grandes industrias se han hecho millonarias gracias a sus clientes estrellas: las mujeres. Nos han hecho creer que no somos suficientes, que el mayor problema que tenemos es nuestro cuerpo y nuestro estilo de vida, por lo tanto, debemos cambiarlos. Nos hacen pensar que no debemos hacerle caso a nuestro cuerpo ni a nuestras aspiraciones porque no nos conocemos. De esta manera, se nos aplaude cuando somos obedientes con la dieta, el ejercicio y los cambios físicos, cuando nos vemos delgadas y “ocupamos menos espacios”. Como bien dijo Naomi Wolf “las dietas se han convertido en una obsesión normativa (…) la dieta es el más potente de los sedantes políticos de la historia de las mujeres”. En otras palabras, el sistema nos prefiere sumisas y encadenadas.
No me mal entiendan; no estoy en contra de las personas que buscan alcanzar la delgadez, ni en contra de las Barbies, ni las Bratz, las Polly Pocket, las My Scene, ni en contra de la cirugía plástica o de los diversos estilos de vida. Estoy en contra del sistema que nos quiere hacer perseguir esos estereotipos de belleza de por vida. Estoy en contra de que nuestras niñeces crezcan y se desarrollen sin referentes de personas reales, con cuerpos y profesiones reales. Las muñecas son las primeras influencers de las niñeces, lo que posteriormente se refuerza con el contenido en redes sociales. De ahí deriva la importancia de incluir más diversidad en la educación y los juegos de las infancias. Se que nuestras madres, abuelas, tías, amigas, maestras, conocidas, etc. crecieron en este sistema, así que las invito a dejar de criticarnos las unas a las otras, a dejar el rencor a un lado, y sobre todo, a comenzar a apoyarnos porque cada una de nosotras somos víctimas y victimarias de las mismas creencias. Es un buen momento para replantearnos qué significa realmente ser mujer, pero más que nada, el ser. Hagámonos sentir las unas a las otras merecedoras, suficientes, amadas, apoyadas, aceptadas y validadas. Esta es la sororidad que el feminismo proclama.
Así que tenía razón, “bajar de peso para ser feliz” era una mentira verdadera, porque lo que realmente debía bajar y erradicar de mi ser, era el peso de las expectativas ajenas, el peso del deber ser, el peso de creencias que no son mías. Así que las invito mis queridas lectoras, a soltar y bajar el verdadero peso de todas aquellas creencias y estereotipos de belleza que nos limitan y nos impiden ser felices. Ahí radica la verdadera felicidad, ahí radica el verdadero ser.
**El artículo está dirigido a las mujeres porque somos el grupo más afectado en temas de género. Pero si eres hombre y te identificas con la problemática expuesta, es completamente válido, debido a que los estereotipos nos hacen daño a todas las personas.