Frente a la polarización y división que vivimos actualmente, María Muriel nos recuerda que el diálogo puede sanar esas divisiones y construir sociedades más empáticas.
2 de diciembre de 2024
POR María Muriel
Últimamente he estado reflexionando sobre todas esas cosas que nos dividen y separan como sociedad, y esa introspección me ha llevado a las siguientes ideas.
Nos encontramos en una época de polarización, donde nuestras posturas políticas e ideológicas se han convertido aceleradamente en ejes fundamentales de nuestra identidad. Ser feminista, por ejemplo, no solo es una postura, sino una vivencia profundamente arraigada, y lo mismo ocurre con quienes sostienen ideas opuestas. Esta intensificación de las creencias no solo define quiénes somos, sino que también determina cómo interactuamos con los demás.
Yo misma he caído en este patrón. Mis convicciones ocupan un lugar tan central en mi identidad que, en ocasiones, pierdo de vista a las personas que tengo enfrente. Cuando alguien se aferra a su postura sin escuchar ni intentar comprender la mía, mi reacción inevitable es endurecer mis propios puntos de vista. Así, dejamos de buscar puntos en común y las conversaciones terminan abruptamente.
Esto, que parece un evento aislado en una reunión social, tiene implicaciones más profundas cuando se multiplica a nivel social. La brecha ideológica entre hombres y mujeres jóvenes, por ejemplo, es más grande que nunca. Tradicionalmente, las juventudes tendían a moverse hacia posturas progresistas, pero hoy muchas mujeres jóvenes adoptan un enfoque más orientado hacia la izquierda, mientras que los hombres jóvenes se inclinan hacia la derecha. Esta fragmentación también se observa entre generaciones, donde unos son acusados de ser "de cristal" y otros de ser violentos e incapaces de escuchar. Aunque estas son generalizaciones, reflejan una tendencia clara: estamos reduciendo a las personas a sus posturas, olvidando su humanidad y contexto.
Al juzgar sin entender el trasfondo de los demás, no buscamos comprenderlos, sino que asumimos la libertad de decidir quiénes son y por qué están equivocados. Juzgar resulta fácil: nuestro inconsciente utiliza sesgos y prejuicios que generan etiquetas simplistas, completamente subjetivas y basadas en nuestras propias posturas.
¿Qué pasaría si, en lugar de juzgar, nos diéramos la tarea de comprender? Dar un paso atrás y comenzar las interacciones con preguntas, con curiosidad genuina por el otro, podría ser el primer paso hacia una comunicación más auténtica. No es un proceso sencillo, pero es esencial si queremos reconstruir nuestras redes sociales y restaurar el diálogo. Actualmente vivimos en una sociedad fragmentada, donde las cámaras de eco refuerzan nuestras ideas y dificultan escuchar perspectivas diferentes.
Es importante precisar que revertir la polarización no implica renunciar a nuestras creencias, sino aprender a convivir con las diferencias y abrirnos al entendimiento mutuo. Adoptar una actitud curiosa y cuestionadora nos permite ver a los demás más allá de sus posturas y reconocer su humanidad. Solo desde este lugar podemos comenzar a sanar las divisiones, crear espacios de diálogo y construir una sociedad más inclusiva y empática.