Resistir es vivir de acuerdo con nuestras acciones diarias, tejiendo redes que nos sostienen y nutriendo nuestros imaginarios colectivos.
14 de octubre de 2024
POR Jessica Casas
En un encuentro de educadoras menstruales, conocí a una geógrafa que subrayó la importancia de voltear a vernos, de tejer lazos comunitarios amorosos y de descentralizar el movimiento desde la Ciudad de México. Su mensaje resonó en mí: sólo reconociéndonos entre nosotras podremos resistir a través de la colectividad. Esta reflexión ha transformado mi labor como acompañante psicosocial.
He sido testigo de las múltiples formas de opresión que enfrentamos las mujeres. Estas no sólo están marcadas por el sexismo, sino que también se ven influenciadas por factores como nuestra raza, que si soy de ciudad o de las periferias, el acceso a recursos económicos y nuestra identidad de género. Ser mujer y racializada amplifica las barreras, a menudo invisibilizando nuestras luchas. Es una realidad que existen territorios de identidades preferidas, donde las problemáticas de ciertas mujeres reciben atención y financiamiento, mientras que otras quedan relegadas.
La clase social también juega un papel crucial. Para algunas, la lucha feminista se centra en acceder a puestos de poder, romper el "techo de cristal". Sin embargo, para muchas otras, las prioridades son diferentes: asegurar un salario digno, acceder a vivienda y garantizar derechos básicos.
Resistir es vivir de acuerdo con nuestras acciones diarias, tejiendo redes que nos sostienen y nutriendo nuestros imaginarios colectivos. Antes de proponer, antes de crear, primero acercate a la comunidad y observa las redes que le sostienen, los imaginarios que los convocan, nombrar sus saberes y habilidades, los territorios que le nutren y las cosmovisiones que les fortalecen
¿Cómo podemos hablar de empoderamiento si no reconocemos la diversidad de necesidades?
Un feminismo interseccional es esencial para ser inclusivo. He observado cómo las luchas de mujeres racializadas, de clases bajas o trans se entrelazan en un sistema que las oprime de múltiples maneras. Solo al reconocer estas intersecciones podemos avanzar hacia un feminismo que beneficie a todas, no solo a unas pocas. La clave está en escuchar, abrir espacios para voces marginadas y construir un movimiento que refleje la diversidad de nuestras experiencias.
Como feministas, tenemos la responsabilidad de escuchar a quienes están en los márgenes, a las que han sido silenciadas por sistemas de opresión. Sólo así podremos construir un feminismo verdaderamente transformador, que incluya a todas y no sólo a unas pocas. Este es el reto que debemos asumir. Para que la lucha feminista sea efectiva, necesitamos integrar las voces de todas las mujeres, reconociendo que nuestras diferencias son nuestra fortaleza y que el camino hacia la equidad es más complejo de lo que parece.
Necesitamos un feminismo que escuche, que se adapte y que, en todo momento, sea interseccional. Salgamos, reconozcamos y tejamos ese territorio afectivo.