Aunque se puede trabajar y tener una familia, esto es mucho más difícil de lo que nos ha vendido el discurso mainstream feminista.
23 de septiembre de 2024
POR Pía Gómez Robledo
Soy una mujer que nació en la década de los noventa en México y quien creció viendo que las mujeres cada vez podían hacer más cosas. Para mí, ver a mujeres que salían del ámbito del hogar para trabajar y/o tener carreras e intereses profesionales, era algo que celebrar y que denotaba un intento por salir del conformismo y de los estereotipos de género de la época.
Una de ellas fue mi mamá. A mis 7 años vi como mi mamá, con cuatro hijos de menos de 10 años, se iba en las noches a estudiar una maestría porque tenía intereses muy marcados y quería encontrar la forma de volver al mercado laboral después de tantos años dedicados a nuestro cuidado y al de nuestro hogar.
Algunas amigas de mi mamá fueron siendo otros ejemplos de mujeres que desafiaban al sistema a finales del siglo XX. Y es así como durante mi adolescencia y juventud fui creando una expectativa para mi futuro, basada en la convicción de que una mujer del siglo XXI no debería descuidar su camino profesional por el simple hecho de convertirse en mamá. Pertenezco así a la generación de mujeres con grandes aspiraciones profesionales quienes juzgamos a las mujeres que abandonan sus trabajos, proyectos y sueños al convertirse en mamás y quienes al mismo tiempo renuncian a su independencia financiera al tener que depender económicamente de su pareja.
Quiero aclarar que el juicio viene desde un lugar de profunda ignorancia. Creo que únicamente podemos entender ciertas circunstancias, elecciones de vida y creencias ajenas cuando las vivimos en carne propia.
Y es así como la vida nos enseña, poniéndonos en esa situación que tanto juramos evitar y que tanto creímos que éramos demasiado inteligentes e independientes para no reproducir.
Hoy, a semanas de convertirme en mamá, cuestiono seriamente el discurso mainstream del feminismo que me vendió que las mujeres sí podemos lograrlo todo, que no tenemos que renunciar a nada ni depender de nadie. Ese discurso nos alienta a desafiar al sistema patriarcal y a encontrar la manera de equilibrar la maternidad con nuestra carrera para no convertirnos en una de esas mujeres que se abandonaron a sí mismas y que vuelven a los roles tradicionales que se le asignan a las mujeres que son mamás.
Cuestiono este discurso porque creo que es muy lejano a la realidad, al menos a la realidad que vivo como mujer en México. Esta idea de que podemos lograrlo todo parte de una premisa errónea, puesto que considera que somos máquinas que no fallamos, que no nos descomponemos y que no nos quebramos ante la avalancha de responsabilidades que nos cae encima.
Quiero destacar que vengo de una situación de mucho privilegio en comparación con la realidad de la mayoría de las mujeres en México. Pero esa avalancha es igual de real para mí y va a venir a aplastarme y a confirmarme que ese discurso con el cual crecí era todavía un mito.
Sigo creyendo que podemos trabajar y tener una familia, pero creo y veo que es mucho más difícil de lo que nos ha vendido este discurso feminista.
La realidad es que en México, la ley únicamente otorga 90 días de “descanso de maternidad”, tras lo cual, la inmensa mayoría de las mujeres tienen que volver a un esquema de trabajo de tiempo completo y en una modalidad presencial. Si hubiera guarderías de excelente calidad en cada espacio laboral con cuartos de lactancia y horarios que se respeten para poder alimentar a los bebés, quizás, compaginar la maternidad y el trabajo no sería tan difícil. Pero la realidad es que si queremos volver a trabajar tenemos que pagar una guardería o pagarle a una persona para que cuide a nuestro bebé. No contamos con el Estado para asumir estos gastos y es sumamente problemático cuando las mujeres seguimos ganando infinitamente menos que los hombres por el mismo trabajo.
Además, la inmensa mayoría no contamos con parejas que puedan tomarse el tiempo para asumir las labores de cuidado porque hasta hace muy poco, los hombres únicamente “gozaban” de 5 días de paternidad, lo cual es una verdadera broma. Y es un desafío con el cual las empresas lidian contantemente, porque en la psique de los machos, se ve mal tomarse todos los días de paternidad y la cultura machista lo refuerza.
Así que veo que, del dicho al hecho, estamos en una situación bastante compleja porque no importa qué elijamos, vamos a terminar descuidando a nuestro trabajo o a nuestra familia. No creo que exista una mujer que pueda asegurar que puede cumplir con el 100% de sus responsabilidades tanto en el trabajo como en la casa. La mayoría viven con un aplastante sentimiento de culpa por sentir y saber que todos los días están fallando en una de esas esferas de la vida.
No quiero enredarme en negatividad por lo que viene, pero creo que estaré mejor preparada para enfrentar los retos futuros, partiendo de una visión más realista de la situación que no es ese discurso de que las mujeres podemos lograrlo todo.