La idea de “año nuevo, nueva yo” carga expectativas que nos presionan, especialmente a las mujeres. La mercadotecnia alimenta inseguridades para vender ideales inalcanzables, generando ansiedad y autoexigencia. Este año, rechacemos esa presión. El verdadero cambio está en la autoaceptación y en desafiarnos a ser auténticas, no perfectas.
20 de diciembre de 2024
POR Valeria Grassi
El comienzo de un nuevo año trae consigo la promesa de reinventarse. Vemos por todas partes frases como “año nuevo, nueva yo”, junto con promociones de gimnasios, productos de belleza y libros de autoayuda que te hacen creer que es el momento “perfecto” para renovarse. Pero este mensaje, que parece inspirador, lleva una carga pesada de expectativas sociales que afectan especialmente a las mujeres.
El miércoles 1 de enero, será el día del año en el que más personas estarán convencidas de cambiar su vida y, ahora sí, “alcanzar su mejor versión”, buscando empezar a cumplir sus resoluciones de la noche anterior. Pero este deseo no surge de la nada, la espinita de “alcanzar su mejor versión” empieza desde diciembre. Parece que llega diciembre y automáticamente todas las marcas bombardean por todos lados la idea de “reinventarse”, como si reinventarse se volviera una presión social más que un deseo interior. Me atrevo a decir que esta presión nos afecta especialmente a las mujeres, porque la mercadotecnia se aprovecha de estereotipos de género que dictan que debemos ser siempre atractivas, exitosas y emocionalmente equilibradas.
En general, la mercadotecnia ha perfeccionado la habilidad de identificar inseguridades y convertirlas en oportunidades de consumo, desde productos para conseguir el cuerpo y cara perfecta hasta aplicaciones que prometen hacerte más productiva. Los anuncios de año nuevo venden soluciones rápidas y mágicas para transformar cualquier aspecto de tu vida. El mensaje es clarísimo: no eres suficiente, pero tranquila, puedes comprar algo que te acerque a serlo.
El problema de este mensaje es que te genera insatisfacción, en lugar de fomentar un cambio real y saludable. Cada compra trae la promesa consigo de un ideal que, por diseño, es inalcanzable. Un ejemplo son las famosas fajas de Kim Kardashian: te venden la idea de que tu cuerpo debe cumplir con estándares irreales (no eres suficiente) para ser aceptado (compra). Entendamos que este mensaje genera un ciclo de consumo constante en el que las soluciones son temporales y la necesidad nunca desaparece.
Sin darnos cuenta, entramos al juego del consumismo, donde parece que nuestra existencia depende de lo que compramos. La idea de “año nuevo, nueva yo” se convierte en la herramienta perfecta para este ciclo que te invita a demostrar tu valor a través de la reinvención constante y el consumo que la acompaña. Al final, se nos condiciona a creer que aceptarnos a nosotras mismas también pasa por lo que somos capaces de comprar, generando una dependencia emocional y material hacia un sistema en el que nunca estarás satisfecha.
Todos estos mensajes terminan convirtiendo el inicio de año en un momento de comparación y autoexigencia, generando ansiedad, estrés y agotamiento al intentar cumplir con ideales inalcanzables. ¿Qué pasaría si empezáramos el año desde un lugar de autoaceptación en lugar de autocrítica? En lugar de dejarnos llevar por las promesas de la mercadotecnia, podríamos replantear nuestras resoluciones desde la autenticidad y el autocuidado.
Considero que cuestionar estos mensajes es un acto de resistencia y que el verdadero cambio no está en un gimnasio, una crema o un libro de autoayuda. El verdadero cambio está en la forma en que nos tratamos a nosotras mismas y en cómo desafiamos las narrativas que nos limitan. En este nuevo año, celebremos nuestra autenticidad y rechacemos la presión de ser otra versión de nosotras mismas que no nos pertenece. Un abrazo.